(La Sombra 003) La Sombra Rie by Maxwell Grant

Author:Maxwell Grant
Language: es
Format: mobi
Tags: det_police
ISBN: 9788485922048
Publisher: Centro Autónomo de Trabajos Editoriales
Published: 2011-04-16T22:00:00+00:00

CAPÍTULO XVII

HARRY VINCENT ENCUENTRA DIFICULTADES

Reflexionando acerca de la extraña desaparición de que había sido testigo en la bodega de la casa de Blair Windsor, Harry Vincent pasó la mañana siguiente en pura perplejidad. Le pareció haber topado con un enigma insoluble. Cuanto más lo pensaba, mayor era su incertidumbre.

A primeras horas de la tarde había llegado a un estado de desesperación mental. Encontró una excusa para ir a la ciudad y marchó en su coche.

Eligió un campo oscuro, montó la emisora y envió un mensaje. Esperó largo rato; pero no llegó respuesta alguna.

No cayó en la cuenta de que su deber era regresar a la residencia de Windsor para oír la estación WGG a las tres en punto. Por una vez no interpretó las instrucciones de la «Sombra».

Las órdenes que venían de la «Sombra» debían ser obedecidas hasta nueva orden. Pero Harry Vincent, aquella vez, estaba ofuscado.

Envió su mensaje a la una en punto de la tarde, indicando dónde estaba y lo que ocurría. Olvidó pedir respuesta inmediata diciendo simplemente que regresaba a casa de Windsor.

Y, esperando se le hizo tarde para oír el mensaje que llegó por la WGG.

La preocupación de Vincent aumentó todavía más poco antes de la hora de la cena. Había enviado a la «Sombra» los nombres de Perry Quinn y Bert Crull, esperando saber, a cuál de ellos debía vigilar. Y estaba perplejo.

A las seis, sin apenas idea alguna determinada, puso en el aparato la estación WNX.

Todos estaban en el salón en aquel momento. La cena iba a ser servida al cabo de media hora.

Pasaron cinco minutos del programa de la radio y Harry no oyó nada de interés. Perry Quinn se levantó y fue a pasearse al soportal. Harry decidió reunirse con él.

Apenas había salido Harry Vincent de la habitación cuando la voz del locutor empezó a hablar de Nueva York. Algunas de sus palabras eran recalcadas de un modo bien definido.

«Los que vienen a ver Nueva York se quedan asombrados de la extensión del sistema de tránsito. Usted puede viajar durante millas y millas por vía doble y por la imponente vía del elevador...»

Bert Crull levantó de pronto la cabeza. En su rostro se reflejaba la sorpresa.

Había estado absorto en la lectura de un periódico. Aunque no había distinguido las palabras del anunciante, tuvo la vaga impresión de que el conjunto de letras que había recalcado aludía a su nombre.

Escuchó la radio. El anunciante hablaba del Parque Central.

—¿De qué está hablando? —preguntó Crull.

—De Nueva York —replicó Blair Windsor.

—Es curioso —dijo Crull—.Cuando leo, sólo oigo retazos de conversación. No he podido darme cuenta de lo que el locutor estaba diciendo.

Trató de borrar el asunto de su imaginación, aunque le tenía intrigado. Dejó el periódico a un lado y siguió escuchando la radio.

Harry Vincent y Perry Quinn volvieron del porche. La cena estaba preparada y los seis hombres entraron en el comedor.

Durante la comida dos personas permanecieron silenciosas y pensativas.

Una de ellas, Harry Vincent. Estaba pensando a quien de los dos debía vigilar: sí a Crull o a Quinn.

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